MÚSICA
Los mejores discos de 2015: Del 40 al 1
40. Sleater Kinney – No Cities To Love
Con representantes como Joanna Newsom, Courtney Bartnett o la propiaBjörk, el género femenino tiene asegurada su cuota en lo más alto de la escena actual. No ocurría lo mismo cuando el paso lo marcaban grupos como Nirvana, Mudhoney o Soundgarden. Fueron diversas bandas de mujeres las que lucharon por reivindicarse mientras la atención la copaban barbas desgreñadas. Las que mejor plantaron la batalla con discos imprescindibles como Dig Me Out o Call The Doctor fueron Sleater-Kinney. Quizá por eso su vuelta suponía una de las noticas más reconfortantes del año. Y las estadounidenses no han decepcionado. Al inconformismo que abre con el alegato anticapitalista de ‘Price Tag’, el cuarteto ha añadido una superficie sonora menos rugosa que en el pasado pero tan contundente y camorrista como para dejar el riff de ‘Surface Envy’ o el estribillo aterciopelado tras la tormenta instrumental de ‘A New Wave’. Diez años en silencio que las han convertido en señoras con tachuelas y espíritu punk que sobre las tablas también han sido una de las sensaciones de la temporada. Un legado consecuente, que se completa con este No Cities To Loveentrelazando su rebeldía juvenil con el conocimiento que otorga la experiencia. Feroces, elegantes, rotundas…. imprescindibles. (Carlos Marlasca)
39. Egon Soda – Dadnos Precipicios
Superado el difícil escollo del segundo disco (que, además, en su caso tardó cinco años en gestarse), Dadnos Precipicios de Egon Soda suena a liberación. Con El Hambre, El Enfado y La Respuesta (un disco doble, recordemos) se sacudieron todo lo que habían guardado dentro durante tiempo, y este tercer disco parece decir definitivamente “estos somos nosotros”. Y vaya disco. Convertidos ya en el verdadero súpergrupo del indie español (gracias a la inclusión de Charlie Bautista y el ex-Standstill Ricky Lavado a la formación original de Ferran Pontón, Ricky Falkner, Xavier Molero y Pablo Garrido), Dadnos Precipicios es una lección de rock americano con tantos matices como canciones: el crescendo inicial de ‘El Cielo Es Una Costra’ es demoledor, el ritmo en mayúsculas que fluye por ‘La Recuperación’ está al alcance de muy pocas bandas a nivel instrumental (difícil es escuchar lo de “Como arietes de una tempestad” sin que se pongan los pelos de punta), los aires blues de ‘Escápula’ abren nuevos caminos a las sonoridades, mientras que la íntima ‘Diluvio Universal’ que cierra el disco nos remite a ese fabuloso debut que ya es un clásico. Un disco de aquellos de escuchar una mañana de sol a todo volumen con un buen equipo de sonido, como se hacía antes. (Aleix Ibars)
38. Alex G – Beach Music
Alexander Giannascoli está en el medio de muchos fuegos cruzados. Por una parte se le ha erigido como líder involuntario de una corriente de aquello que, no sin cierta cursilería, llamaban bedroom pop, pero en una versión posmoderna. Es el más popular de los nombres del sello Orchid Tapes, que ha operado desde Bandcamp para internacionalizar a artistas que comparten patrones melancólicos (ya sea en la vertiente ambiental de Arrange o en el folk rock depresivo de Coma Cinema), y tiene un seguimiento exiguo pero extremadamente fiel, sobre todo entre universitarios yanquis con ínfulas artísticas y tumblrs de nostalgia noventera. Su música ha sido (perezosamente) calificada como lo-fi, pero va mucho más allá: está emparentada por igual con cierto indie americano (Elliott Smith y Built to Spill son referencias inevitables, igual que Sparklehorse) y con los dejes postemo de unos Mineral. Tiene un enorme talento para la melodía esquiva y poco obvia y para el crescendo dramático-chillón, es capaz de reflejar discurso y sensibilidad en unas letras con una imaginería melancólica pero alejada de estereotipos. Si hace unos años propuestas íntimas como las deBon Iver consiguieron terminar llenando estadios no veo razón para que el de Philadelphia no acabe instalado en un estrellato salvo una. Él no quiere ser famoso, solo quiere girar y componer canciones. A años luz de cualquier tipo de pretensión. (Santi Fernández)
37. Nic Hessler – Soft Connections
¿Qué tiene este disco que se me ha metido hasta el tuétano? Empieza esa batería reverberada como bajito. Uno sube el volumen para escucharlo cómodamente y de pronto ‘I Feel Again’ emerge resplandeciente. El volumen es demasiado alto, pero el cuerpo te pide dejarlo arriba. Aguantarlo ahí, a un palmo de la cara. Podrían ser los Yuck que nos volvieron locos en 2011. Algo más aseados, más bruñidos. Indie con extra de melodía, emocional y guitarrero. ¿De verdad alguien ha firmado algo en este registro mejor que ‘Hearts, Repeating’? ¡Es un hitazo! Pienso en el Mikal Cronin más inocente, en los Real Estate más desatados. Las citadas, seguidas de ‘Expel Me’ y ‘Permanent’, forman probablemente el arranque de disco más certero del año. Cuatro dianas llenas de sencillez. Canciones redondas que apetece escuchar una y otra vez hasta desgastarlas. ¿Y qué me dicen de los coros y la guitarra jugetona de ‘Do You Ever?’ ? Todo exuda un buen gusto descarado, como de clásico. Es verdad que la segunda mitad del álbum no mantiene el nivel de la primera, pero Hessler sobrevive cuando se pone intenso (‘All Around You’) y no puede, ni a ritmo de reagge, romper otro hit como ‘(Please) Don’t Break Me’. Hasta los juegos temerarios le salen. Muy cerca del sobresaliente. Mi disco indie del año. No se lo pierdan por nada.(Daniel Boluda)
36. Kölsch – 1983
El poder de una portada en 2015. Cuando las cubetas de discos no son tan frecuentadas, las portadas tienen un papel casi secundario y solo vamos en busca de ese nombre, esa canción, Köslch nos ha entrado a muchos a la vieja usanza. Por esa primera impresión del artwork. Unas velas de windsurf, con una bandera que se intuye de España y otra sin definir, en un litoral que bien podría ser Benidorm. Una imagen puramente ochentas para un disco que se llama 1983: veraniega, con aire de mirada al pasado. Y tal cual es al traspasarla. Inspirado en sus viajes familiares por el sur de Europa (sí, todo encaja), el productor de Kompakt ha facturado un disco de techno en estructura, pero de fondo meloso, suave e inspirador. Una brisa de melodías con los violines e invitados protagonistas en lo que supone un ejercicio de nostalgia bien entendido. De disfrute en pista de baile más bien moderado, pero de goce largo. Un viaje con grandes paradas como ‘Talbot‘, ‘DerDieDas‘, ‘Cassiopeia‘ y uno de los himnos de la pasada temporada de festivales, ‘Bloodline‘. El verano de 1983 tuvo este sonido. (Jordi Isern)
35. Xoel López – Paramales
Xoel López y yo tenemos una relación complicada. Él no lo sabe, no me conoce, pero así es. Sus canciones como Deluxe han envejecido irregularmente y sus aventuras atlánticas no siempre han traído canciones brillantes. Poco esperaba yo del resto de su carrera, más allá de alguna letra certera y alguna canción de la que enamorarme, pero resulta que Paramalestiene suficiente de las dos cosas como para que haya acabado por ser nuestro disco de reconciliación. La poética ‘Paramales’ resalta todas las virtudes de este coruñés en la frontera de los 40: sensibilidad y buena pluma. Una guitarra acústica y un pie golpeando el suelo son casi lo único que acompaña esa voz suave en la primera mitad de esta canción soberbia.“Nos enamoramos después de millones de años / En medio de una orgía de pingüinos salvajes / Te dije: “por siempre me quedo a tu lado / venga lo que venga, pase lo que pase”. Xoel suena liberado. Probablemente siempre lo estuvo, pero por alguna razón yo nunca terminé de creérmelo. Parece haber incluso cierto consenso en que este Paramales es peor que Atlántico, el disco que se trajo en la maleta tras su aventura bonaerenese. Pero donde aquél tenía, en mi opinión, aires pretenciosos e influencias a medio digerir, este parece integrarlo todo de una forma mucho más natural. No huelo postureo en ‘Antídoto’ ni odas forzadas en ‘A Serea o Mariñeiro’. Noto un artista ventolero pero de sobra maduro. Seguro de sí mismo en este pop ventilado y tan de autor. Un The New Raemon de las rías, un Quique González de Riazor, por entendernos. Me encanta cómo respiran temas como ‘Todo lo que Merezcas’ o ‘Almas del Norte’. Es verdad que, salvo la primera, prácticamente ningún tema de Paramales me vuelve loco, pero también que es rara la vez que pongo el disco desde el principio y no lo acabo. Algo tiene que engancha y eso es mucho. (Daniel Boluda)
34. Arca – Mutant
El nombre del misterioso venezolano Alejandro Ghersi llegó a los oídos de la mayoría de mortales de a pie tras producir a Kanye West y FKA Twigs,delatando ya un talento innato para alguien que apenas superaba la veintena. Pero lejos estábamos hace dos años de predecir –tampoco lo estamos hoy– la consistencia real de sus elucubraciones artísticas, imposibles de definir mediante patrones convencionales. Algo menos ha pasado desde la primera implosión de su alter ego Arca en formato LP, Xen, una amalgama alienígena de sonidos afilados, asimétricos y perturbadores (y su posterior trabajo paraBjörk). Mutant, su continuación natural, sigue explorando esa deformación sónica que fusiona lo tecnológico y lo corpóreo, pero desde una identidad mucho más maleable –aunque igual de ambigua– y un creciente interés por todo tipo de sensaciones carnales. En ‘Vanity’ hay tensión y placer al mismo tiempo, que nos llega a través de agudos sintetizadores desintegrándose; ‘Front Load’, que presenta lo más parecido a una melodía, funde la inocencia con la perversión; y ’Soichiro’, hacia el cierre, es una masa amorfa de agresivas percusiones industriales. A falta de perfeccionadas técnicas de análisis adaptadas a una nueva era en la que Arca abre una gran brecha junto a otros artistas “hermanados” como Oneohtrix Point Never, mejor remitirnos a la síntesis que el propio Ghersi realiza de su disco: “Mutant trata sobre la sensualidad y la impulsividad como rutas de escape fuera de la rigidez”.(Max Martí)
33. Years & Years – Communion
Seamos sinceros, cada vez hay menos discos que merece la pena escuchar de principio a fin. Y sin ser ni mucho menos una obra maestra, el debut deYears & Years es uno de ellos. Es el típico disco que pones cuando no sabes qué poner, y que siempre cumple su cometido: entretener como lo hace un buen blockbuster o un partido de la fase final de la Champions. El trío británico ya vino avisando durante el año pasado de que su fórmula de pop electrónico irresistible directamente transportada del mundo sintetizado de los 80 y del r&b masivo de los 90 iba a arrasar, y no se equivocaban: cualquiera se resiste a la infinidad de hits que habitan en Communion, desde la perfecta ‘King’ a la seductora ‘Take Shelter’, una ‘Shine’ que perfectamente podrían haber firmado Chvrches, la sofisticada ‘Worship’, o esa ‘Desire’ en la que, sí, se pasan de revoluciones (Gala les manda saludos) pero que, como todo, puesta en contexto te hace bailar como si no hubiera un mañana. Pero es más allá de los singles con neones donde Communionguarda las recompensas, donde acaba consiguiendo esos puntos para convertirse en un disco tan completo: en ese inicio que descoloca por oscuro y experimental con ‘Foundation’ (en sintonía, por otro lado, con el tono de las letras generales del álbum), en la fantástica sencillez de ‘Border’ (¡qué estribillo!), en la elegancia de ‘Ties’ y en ese baladón ganador que es ‘Eyes Shut’. En bucle. (Aleix Ibars)
32. Slaves – Are You Satisfied?
Cuando os presentamos al duo de Kent parecían estar en esa cuerda floja entre el llamar levemente la atención a los medios británicos y el ser dramáticamente olvidados como otros tantos hypes de ayer y hoy. Gracias a Dios, su segundo larga duración, primero con el apoyo de Virgin, no ha hecho más que confirmar los mejores augurios. Tienden a practicar un punk rock bufo y hedonista, en las antípodas de la seriedad impostada que a veces lastra al género. Las canciones son chillonas y espídicas, incitaciones a hacer el subnormal que terminan estando más cerca del ‘punk pathetique’ de los Toy Dolls que de propuestas más artys. Para más inri se han ganado la reputación de grupo con directo potente, basada en una propuesta físicamente imponente y de gran cercanía al público. Al fin y al cabo lo que pretenden es ser el grupo de punk que presentarías a tu madre: un punk educado, provinciano y que no se toma nada en serio. Se permiten los interludios acústicos (la maravillosa canción homónima), o mezclar a PIL y a Refused en el ambicioso último corte. Han dado el paso adelante que se les pedía, y parecen decididos a arriesgar aún más en próximos lanzamientos (han salido airosos al sacar adelante una versión del gran éxito grime de la temporada, el demoledor ‘Shutdown‘ de Skepta). Hay que quererlos, sea por su sentido del humor, su intensidad o su frescura, pero hay que quererlos.(Santi Fernández)
31. Low – Ones and Sixes
Si existe una banda dogmática y fiel a sí misma, esa es Low. Tras veinte años de carrera y once discos a sus espaldas ya no esperamos grandes sorpresas por su parte, pero hay que reconocer que la fórmula no se les agota. Es más, poco a poco, casi imperceptiblemente, van introduciendo pequeñas aportaciones que actualizan su sonido sin adulterarlo lo más mínimo. Como el retoque electrónico en los acabados de Ones and Sixes, especialmente notable en ‘Gentle’ e ‘Into You’. En cualquier caso, el trabajo sigue los cánones de Low a rajatabla: sobriedad rudimentaria casi de western –‘No Comprende’, ‘Congregation’–, efecto purificador provocado por el contraste de intensidades –‘Spanish Translation’–, romanticismo brutalmente contenido – ‘Landslide’ –, y una extremada facilidad para lo ceremonial –‘Lies’–; dejando, como siempre, un espacio para el rasgueo de mano abierta propuesto por Alan Sparhawk: en este caso ‘No End’, la muy coqueta ‘What Part of Me’ y la ya mencionada ‘Landslide‘. Dentro de la habitual austeridad de los de Minnesota, Ones and Sixes no es su disco más frío: el trabajo de producción –en los estudios de Bon Iver en Wisconsin– le confiere profundidad, y hasta se divisa una chimenea al fondo de ese salón de piedra y madera de pino rojo americano. Siempre se puede contar conLow; con los viejos e imperturbables Low. (Pablo Luna)
30. The Suicide of Western Culture – Long Live Death! Down With Intelligence!
El dúo del Vallès The Suicide Of Western Culture ya lleva un lustro entre nosotros y a pesar de que ya hemos gozado de ellos más de una, dos y tres veces en directo (y muchas más en casa), no acaban de despegar del todo. Pero intuyo que con este tercer largo, Long Live Death! Down With Intelligence!, darán el salto que merecían desde hace tiempo. No es que su música cualitativamente haya mejorado mucho o que hayan cambiado sus métodos de producción por otros más sofisticados (vamos, que siguen tirando de las joyas decrépitas que se encuentran en tiendas de segunda mano, sin ínfulas vintage). Pero el hecho de que hayan fichado por El Segelly que The Field, uno de sus referentes, les haya remezclado, les debería dar más proyección internacional y que se dejase ya de hablar de ellos como losFuck Buttons españoles. Como decía, aquí Juanjo y Miqui siguen en sus trece, es decir, facturan un post-rock de altos quilates a partir de una producción electrónica analógica. Su música a veces puede sonar atmosférica y casi pop y otras abrasiva y cercana a lo que se puede entender por industrial. Todo ello con grabaciones de campo, samples chaladísimos y hasta pasajes spoken-word (para ello llamaron a Louise Sanson de Anímic). Se ha editado tarde después de varios retrasos, para ya que nos hemos columpiado a la hora de elaborar las listas, por lo menos no nos hemos olvidado de ellos, algo que merecían. (Álvaro García Montoliu)
29. Björk – Vulnicura
El noveno álbum de Björk es abrupto, visceral y doloroso de principio a fin. En su apertura ‘Stonemilker’, a la vez que pide “respeto emocional” a quien ha sido su pareja sentimental durante más de una década, la islandesa se sincera sobre sus intenciones: “Los momentos de claridad son tan raros / mejor que los documente”. Nos encontramos, pues, ante la obra más directa de este espíritu iconoclasta. Los discordantes beats de Arca y la mezcla deThe Haxan Cloak son cruciales a la hora de ambientar y ensombrecer todavía más su desoladora ruptura, desgranada cronológicamente en episodios de la relación, pero la belleza que impregna el álbum recae sobre todo en la intensidad vocal de la artista y las violentas ráfagas de cuerdas que sólo desaparecen en ‘History of Touches’, el único pasaje en el cual los artificios del productor venezolano campan a sus anchas. Pronto vuelven para acompañar la devastadora oda a la tristeza ‘Black Lake’, que se erige como pieza central de una narración en la que que sólo Antony Hegarty, hacia el final, llega a su rescate para el dúo ‘Atom Dance’. ‘Vulnerabilidad’ y ‘curación’ parecen ser las dos palabras con cuyas raíces latinas Björk ha construido el título. No sabemos si el proceso artístico habrá sido tan terapéutico como para sanar sus heridas, pero desde luego ha conseguido gestar el disco más honesto de toda su carrera. (Max Martí)
28. Algiers – Algiers
Los bramidos contra la injusticia y la tiranía traspasan fronteras. Y también mares, tan extensos como el Océano Atlántico. Las almas de los tres componentes de Algiers se han unido, ignorando la distancia que separa Nueva York de Londres, para dar forma a su rabia en un debut en el que convergen la mística del góspel con el nervio del post punk. Un disco en el que caben las reminiscencias a The Temptations, Suicide, Nick Cave y susBad Seeds o Nine Inch Nails. Difícil salir airoso de una fusión tan heterogénea, una tarea solo apta para los mejor dotados. Pero el trío lo consigue con los coros de ‘Claudette’, el vómito estentóreo de ‘She Was Not Flying’ o la lírica resignación de ‘Games’. Su página web es un catálogo de iconos rebeldes, desde Malcolm X hasta Muhamad Alí, desde Marvin Gaye a Einstürzende Neubauten pasando por Public Enemy. Es el color oscuro del ghetto que se inicia en los campos de algodón sureños y alcanza los trazos de Basquiat. Un bofetón inconformista que sin duda constituye el mejor trabajo reivindicativo del año. (Carlos Marlasca)
27. Kurt Vile – b’lieve i’m goin down…
El hombre está en plena forma: seguramente si ahora le diera una patada a una piedra, también sonaría de maravilla. Kurt Vile es un músico joven que va camino de ser leyenda, rescatando la esencia del rock panamericano –de este a oeste, se entiende– y filtrándolo por un estilo personal que crece y crece sin parar. Todavía estábamos bajo el influjo del excelente Waking on a Pretty Daze cuando el de Philadephia se embarcaba en la grabación nómada de este b’lieve i’m goin down…, su sexto trabajo. Un álbum en el que se respira más que nunca su idilio con la soledad –pese a ser marido y padre–, y que muestra su lado más contemplativo y ambiental. Vile marca una escueta pero riquísima línea de guitarra que flota eterna, cambiando de forma a cada canción durante una hora llena de matices, proponiéndonos un viaje a fuego lento en el que los ojos que miran se funden con el territorio explorado, y donde además da gusto perderse. Las melodías ceden protagonismo en favor del divagar de una guitarra colgante y transparente, y hasta sobran las palabras en los finales de ‘Wheelhouse’, ‘All in a Daze Work’ –¡qué arpegio, señores!–, ‘Lost my Head There’ –tiren el mapa–, ‘Kidding Around’ –atrévanse a soñar despiertos con él–, y en toda la elegante ‘Bad Omens’. Todo son formas suavizadas, producto de la paz interior de Vile con un medio que exprime de manera natural su inspiración sobre la línea ascendente de una impecable evolución discográfica. Mención aparte para la rústica y sofisticada ‘I’m an Outlaw’, con ese banjo que derrite, para la crepuscular ‘Wild Imagination’, pura belleza sobre ritmo enlatado, y para ‘Pretty Pimpin’, quizá el único hit que sobresale en un disco concéntrico, sólido y modestamente enorme. (Pablo Luna)
26. Unknown Mortal Orchestra – Multi-Love
De banda rarita a secreto a voces, a confirmación absoluta para el que tuviese dudas. Unknown Mortal Orchestra han estado desde su debut en vueltos desde su debut en una especie de nebulosa de banda complicadita de la que creo que han ido emergiendo con brillo. Ya en II colaron dos temazos impepinables, ‘Swim And Sleep (Like A Shark)‘ y ‘So Good At Being In Trouble‘, que multiplicaron su número de oyentes de forma exponencial. Si aquellos brillaron por su sensibilidad, por sus melodías melosas, los pelotazos de su nueva entrega lo hacen a base de ritmo. ‘Can’t Keep Checking My Phone‘ es sin duda la cima de este Multi-Love promiscuo que besa la psicodelia mientras le mete mano al funk por las mañanas y a la electrónica por las noches. Pero no es la única. La propia ‘Multi-Love‘ o su hedonista sucesora, ‘Like Acid Rain‘, entran a la primera. Y las que no lo hacen, como la mayoría de la segunda mitad, calan con el tiempo. No se degusta uno a la primera la clase soulera de ‘The World Is Crowded‘, no se le mete a uno a la primera el funk anestesiado de ‘Necessary Evil‘, con ese glorioso estribillo, su guitarra diminuta y su trompeta ornamental. Difícil tener más clase que estos muchachos. De verdad. (Daniel Boluda)
25. Panda Bear – Panda Bear Meets the Grim Reaper
Los álbumes de Noah Lennox, pieza clave de Animal Collective que desde hace más de una década también nos encandila en solitario, suelen ser un reflejo levemente críptico de su situación personal. Marido y padre de dos hijos afincado en Portugal, el oso panda ha sentado al fin cabeza y empieza a enfrentar la inevitable madurez, un proceso que implica renunciar a ciertas cosas para afianzar otro tipo de recompensas vitales. En Panda Bear Meets the Grim Reaper trasciende esa transformación personal, y por eso tiene algo de todos sus trabajos anteriores: cierto tono de gravedad litúrgica como en Young Prayer, su obra más cruda e impulsiva; longevos desarrollos caleidoscópicos, aunque con algo menos de densidad que en su maravillosoPerson Pitch; la accesibilidad de las estructuras más breves de Tomboy –‘Mr Noah’ y ‘Boys Latin’ se encuentran entre las canciones más hipnóticas y pegadizas de toda su carrera–, para el cual ya confió en Peter Kember aka Sonic Boom en la parte técnica. La muerte, que cobra una tangible presencia incluso en el título, se presenta como una tensión amenazadora propia de cuando uno alcanza la mediana edad. Sin embargo, la sensación de disolución de los primeros temas acaba concretándose en la construcción de algo nuevo a partir de la mitad del disco. “Are you mad?”, se pregunta Lennox a sí mismo ante las dudas psicóticas que le asaltan en ‘Come To Your Senses’. Luego suena la trompeta que da inicio al magistral viaje ‘Tropic of Cancer’, una reconciliación con el cáncer que se llevó a su padre, y entre arpegios de arpa sampleadas de El Cascanueces de Tchaikovsky empezamos una ascención hacia lugares mucho más luminosos. Un loop de piano del Arabesque No. 1 de Debussy nos sumerge en la tranquilizadora’Lonely Wanderer’, una última introspección hacia los recuerdos del pasado. La voz de Lennox, siempre generosa en cuanto a reverberación, acaba venciendo la oscuridad en este disco magmático, polícromo y purificador.(Max Martí)
24. Boduf Songs – Stench of Exist
Una portada negrísima, un bodegón de flores mustias y un título, Hedor de Existir (Stench of Exist), que ya dice todo. Jamás había oído yo hablar de este proyecto ni del hombre que se esconde tras él, Mat Sweet, inglés, de Southampton. No es su primera remesa, ni mucho menos: lleva al menos 10 años componiendo y grabando, pero aquí nos ha cazado. Arranca el álbum con una suerte de crujiente digital, oscuro y peligroso. Tras su extinción empiezan las palabras: “The rain against the window in the morning / woke us up we lay there for a while / Then you said it was time to get things moving / We named the days and watch them fly by / I am what I have seen / A vessel for the fire / Completely bound by chance / And it will end how it began”. Tras esa estrofa, no sé salir. Flota uno como en un lago de tinta. Los graves del piano como un corazón, las texturas como nubes pasando en stop motion, los tonteos electrónicos jodidamente perturbadores, bien medidos y programados, como calambres en la espalda. Hay algo enfermo aquí. Algo efectivamente hiede con elegancia infinita allá en lo oscuro. Escuchen ‘The Rotted Names’ y prueben a no estremecerse, a que no se les mueva un pelo. Respiro hondo, que empieza. (Daniel Boluda)
23. Foals – What Went Down
Con Holy Fire, Foals llegaron a una suerte de final de trayecto, al equilibrio perfecto entre su lado salvaje y una épica atmosférica que siempre han exhibido con maestría. Hasta entonces, cada uno de sus discos podía contarse como un gran salto, escenificados en canciones como ‘Spanish Sahara’ en el caso de Total Life Forever, y de ‘Inhaler’ en el de Holy Fire. Pero al quinteto británico le debió de gustar lo que vio, porque han decidido quedarse a vivir en el mundo de Holy Fire un ratito más. Y es que, de alguna forma, What Went Down es una versión mejorada de Holy Fire: con los mismos contrastes (entre las deliciosamente contemplativas ‘Give It All’ y ‘London Thunder’ y la apoteosis final de ‘What Went Down’ o la locura de ‘Snake Oil’), con los mismos momentos de maestría pop (‘Mountain At My Gates’ es probablemente su canción más pegadiza, pero ‘Lonely Hunter’ no se queda atrás), y con canciones que llevan impresa la esencia de Foals a cada segundo (‘Albatross’, ‘Night Swimmers’, ‘A Knife In The Ocean’). Y si bien es cierto que en este disco no hay ninguna sorpresa mayúscula en cuanto a evolución sonora, también lo es que posiblemente sea su colección de canciones más completa y compensada hasta la fecha. Y ahora, ¿hacia dónde? (Aleix Ibars)
22. Chvrches – Every Open Eye
Qué difícil era afrontar este segundo para Chvrches después de lo adictivo que resultó su debut para medio mundo, y qué fácil lo han hecho. La premisa parece haber sido, básicamente, la de dejarse de historias, huir de todo lo innecesario e ir directamente al grano en estas once canciones de las cuales no sobra absolutamente nada. Qué mejor muestra de ello que ‘Keep You On My Side’, uno de los cortes más acelerados y contundentes de su trayectoria, en el límite entre lo aceptable y lo machacón, y con todo dotado de una irresistible melodía cuando llega el estribillo que te deja de rodillas a los pies del trío escocés. “Harder, Better, Faster, Stronger”, que decían Daft Punk: eso es lo que han hecho Chvrches en Every Open Eye, cómodamente asentados en un sonido ochentero repleto de homenajes (y alguna incursión en el r&b, caso de ‘High Enough To Carry You Over’ y ‘Down Side Of Me’) que sin embargo se han hecho suyo con solo dos discos, con una Lauren Mayberry que se ha convertido en una líder de armas tomar (del aspecto dulce con el que emergió hace tres años al combativo inconformismo de la actualidad) y una aplastante versatilidad instrumental. Chvrches son la prueba de que aunque en la música pueda estar (casi) todo inventado, siempre nos rendiremos ante un disco de grandes canciones. Y ‘Leave A Trace’, ‘Never Ending Circles’, ‘Clearest Blue’ (qué tensión, siempre hacia arriba), ‘Empty Threat’ y ‘Bury It’ lo son… Bueno, en realidad todas, joder. Imparables. (Aleix Ibars)
21. Beach House – Depression Cherry
Nadie podrá negar que Beach House siguen representando el paradigma actual del dream pop ni que Depression Cherry es un muy buen disco de estilo, pero a estas alturas de la carrera de los de Baltimore quizá se esperaba un paso más hacia adelante, y no la repetición de una fórmula que, lejos de agotarse, sí puede dejar de sorprendernos. El grado de sorpresa decrece a medida que reconocemos los mismos ecos, efectos, ritmos, texturas y perfecciones, siguiendo casi a rajatabla los dictámenes delBloom, probablemente su obra más esférica y completa hasta la fecha. Con líneas melódicas un punto menos arriesgadas, no aporta ningún valor añadido a lo ya conocido, aunque sus canciones, intercaladas entre sus más destacadas, encajarían sin chirrío alguno. No infravaloramos el valor terapéutico de temas como ‘Levitation’, ’10:37’ o ‘Days of Candys’, auténticos remansos de paz onírica, la redondez de cortes como ‘Space Song’, ‘Beyond Love’ o ‘PPP’, cristalinos y bien barnizados, o los infinitos momentos de armonía extrema entre notas, voces y teclados, pero sí da la impresión de que Beach House están entrando en esa acomodada fase creativa en la que la manufactura artesana da paso gradualmente a la producción en serie. Estamos ante un disco formalmente perfecto en sí mismo, otra vez; que sucumbe bajo la sombra de su predecesor, pero que aún así es mejor que la mayoría de álbumes publicados este año. (Pablo Luna)
20. Natalie Prass – Natalie Prass
“Siento la tierra moverse bajo mis pies, siento el cielo desplomarse. Siento cómo mi corazón empieza a temblar cuando estás cerca de mí”. Así iniciaba en 1972 su inmaculado Tapestry Carole King. Como un deseo incontenible de prolongar esa enajenación amorosa en el tiempo, Natalie Prass presenta su debut también aturdida por los males del corazón. “No siento mucho, no siento nada en absoluto. En el nombre del amor, sigo cerca, pero no soy nadie”, asegura la estadounidense. La protesta como eje central del álbum de la primera contrasta con el abrumador despliegue instrumental de uno de los nombres de este año, pero ambas están unidas por su apabullante talento a la hora de componer. Hasta 36 músicos, vientos, metales, arpas y cuerdas incluidos, ha utilizado Prass para dar forma a su álbum homónimo. Treinta y seis músicos ante los que no ha dudado en desnudarse sentimentalmente para relatar los estertores de una lacerante relación. Un trabajo sofisticado y preciosista, con hits inconmensurables como ‘Bird of Prey’, pero que para los oídos más exigentes también depara las conversaciones de violines y trompetas de ‘You Fool’ o el sutil crescendo de ‘Violently’. Y sobre todas las canciones planea la delicada voz de la alumna aventajada de Matthew E. White, quien la produce y publica en su propio sello con el mismo acierto con el que ha elaborado sus mejores canciones. Un debut que puede resultar recargado para quienes se decantan por la aparente sencillez de Sharon Van Etten, pero que goza de una exquisitez al alcance de pocos. Afirmaba Judy Garland, quien bien podría haber puesto su voz al cinematográfico cierre de ‘It’s You’, que “en el silencio de la noche, a menudo he deseado unas pocas palabras de amor de un hombre, y no el aplauso de miles de personas”. Tras haber exudado sobre sábanas de seda las penas de su último romance, aNatalie Prass no le van a faltar ninguna de las dos cosas. (Daniel Boluda)
19. Father John Misty – I Love You Honeybear
Dice el señor Tillman que I Love You Honeybear “es un álbum conceptual sobre un tipo llamado Josh Tillman que ha gastado bastante tiempo golpeándose contra los muros, cultivando lazos superficiales con extraños y evitando la intimidad a toda costa”. Es en fin la crónica de un cambio: el tipo de piel dura al que era imposible conquistar convertido de pronto en el hombre conquistado, anillo de casado visible en el anular de la izquierda, maestro repentino en el noble arte del spooning. Es fácil imaginar al primero de los Tillman, al duro, mirando con desdén a eso en lo que hoy se ha convertido. También imaginar al actual sintiendo lástima por el cínico gilipollas que fue, perdonando vidas con miradas de anuncio de colonia, “mañana madrugo, si quieres te llamo a un taxi”. Una conversión tan radical exige una confesión a la altura, por ejemplo un disco con una portada rosa que se titule “Te quiero, osito de miel”. Aquí la lucha entre quien es y quien fue lo inunda todo. Sin leer el libreto este sería ya un enorme disco de folk grandilocuente, un álbum de género ejecutado con maestría, con arreglos orquestales dignos de banda sonora hollywoodiense, pero entrando en las tripas de sus letras, todo se agiganta. Tillman se ríe de si mismo sin dejar se ser solemne. “La gente es aburrida, pero tú eres otra cosa por completo. Joder, probemos a ver qué pasa. / Quiero follarte en la cocina, levantarte ese vestido de novia en el que probablemente alguien fue asesinada. / Soy demasiado burgués para seguir esperando; de cita en cita durante 20 años parece bastante vulgar”, canta en ‘Chateau Lobby #4 (in C for two Virgins)’, en la que le pone nombre ella (“Emma eats bread and butter”) y parece narrar directamente los pormenores de su primer polvo y el inicio de su relación. Ese es el nivel de desnudez del álbum. “Cuando sonríes a horcajadas sobre mi no puedo creer que te haya encontrado, y eso me aterra”, canta en ‘When You Are Smiling and Astride Me’, desarmado, vulnerable. No le importa. El disco está lleno de esta ternura amarga, de estos abrazos con escalofrío puestos en la voz de un vocalista impresionante. Porque sí: Tillman canta como Dios. Y escribe como Dios. ‘Bored in the USA’demuestra las dos cosas en menos de cinco minutos. Un disco enorme que tiene pinta de aguantar décadas en el reproductor, igual de relevante que hoy, igual de incisivo y genial. (Daniel Boluda)
18. McEnroe – Rugen Las Flores
Con la publicación de su quinto disco, McEnroe definitivamente ya no son un secreto para nadie. Pero en el camino han conseguido algo todavía mejor, que es convertir su música en un estado de ánimo, conectar tan directamente sus canciones con las vivencias del oyente hasta el punto de lograr que trasciendan la simple ecuación musical. Todo esto viene a cuento porque en Rugen las Flores el sexteto liderado por Ricardo Lezón no cambia nada de su discurso sonoro: siguen las progresiones de calma tensa, la penetrante voz de Lezón, esas sílabas finales siempre susurradas, las subidas de tono de los estribillos (‘Rugen Las Flores’), los arranques eléctricos… Y es porque no hace falta cambiar nada: llegados a este punto lo que necesitamos de McEnroe es que nos cuenten nuevas historias (en eso Lezón, que este año ha editado su primer libro de poemas, es de los mejores), que nos renueven esas conexiones para seguir atados a ellos con historias distintas. Y eso es lo que consiguen nuevos cortes como la trepidante ‘Caballos y Palmeras’, ‘Coney Island’ o la preciosa ‘Esta Misma Sensación de Soledad’, en la que vuelven a colaborar con Miren Iza (Tulsa). Toda la épica desbordante se la guardan para el final, en esa convenientemente titulada ‘Vendaval’ que cierra el disco con las emociones a flor de piel y nos devuelve al punto de partida: McEnroe son un estado de ánimo. (Aleix Ibars)
17. Courtney Barnett – Sometimes I Sit and Think, and Sometimes I Just Sit
De la Barnett por estos lares nos gustan muchas cosas. Nos hace gracia esa caruza rapaz y esos ojos azulísimos asomando desde el alféizar de su flequillo noventero. Es una tía lista la de Melbourne. No hay más que leerle las letras para darse cuenta de que ve el mundo con los ojos afilados. Ya más que apuntó maneras con el doble EP A Sea of Split Peas. Suficiente para salir por la tele, girar por medio mundo y demostrarnos sobre un escenario que tonadillas mediotiemperas, estilo ‘Lance Jr.’, pueden transformarse en canciones rocosas, mala hostia y pedalera mediante. En su nuevo trabajo hay de eso, pero no sólo. ‘Pedestrian at Best’ ya avisó bebiendo de las fuentes guitarreras de Ty Segall, pero ‘Depreston’ nos dio el contrapunto: una canción descomunal sobre la bajona de moverse al extrarradio. Casas monas, qué guay tener un garaje para los trastos, etc. Brillante. Aquí lo mismo te cae un bofetón con ‘Aqua Profunda’ (120 segundos clavaditos de rock hedonista) que te metes en un problemón blusero de punteos retorcidos con gusto antípoda (‘Small Puppies’). Entretenidísimo. (Daniel Boluda)
16. Julia Holter – Have You In My Wilderness
Bonito recorrido el de Julia Holter. Su carrera ha seguido el camino que va de la herencia experimental a lo melódico, cristalino casi. Es una historia mil veces repetida, pero que no deja de dar frutos de valor. Si John Cale supo pasar de los experimentos con el drone al ampuloso y bellísimo Paris 1919, si Battiato fue capaz de dejar atrás la electrónica progresiva de Fetus para amenizar verbenas de pueblo con los éxitos de La Voce del Padrone, Julia ha dado un paso adelante en el el proceso de despojarse de ataduras y rendirse al poder de la canción como forma musical, sin renunciar a una cierta complejidad y atavismos ambientales. Tan pronto entra en territorios de indie pop accesible y luminoso, como en ‘Feel You’ o ‘Sea Calls Me Home’(esta colindando con lo brianwilsoniano y sin miedo a la épica) como se da a los desarrollos kraut en temas como ‘Vasquez’, consiguiendo evitar los tópicos de lo contemplativo, llegando a estar más cerca de Robert Wyatt(más excesiva y sin la tristeza esencial de éste, claro) que de la mayor parte de grupos de post rock que buscan imitar los ritmos germanos. A veces da la impresión de que su merecidísimo éxito no acaba de conseguir las cotas de figuras no tan distantes como Bjork o Joanna Newsom por no cultivar la imagen de excentricidad que emana de sus discos, por empeñarse en parecer normal. Y es que sus álbumes son, a estas alturas, algo excepcional. (Santi Fernández)
15. HEALTH – Death Magic
Aquellos que hayan llegado hasta Health a raíz de este Death Magic, su tercer LP, quizá se sorprendan leyendo por ahí que se han domesticado, que ya no raspan como solían. Siguen siendo bastante más fieros y extremos que la media, pero lo cierto es que así es: si comparamos a estos Health con los de Get Color y, sobre todo, con los que debutaban en 2007, nos encontramos a una banda mucho menos bestia. En cierto modo, no les quedaba más remedio si no querían acabar presos de su propuesta, tan reconocible y marcada. Con dos discos a sus espaldas, ya parecían andar cerca de su propio límite y, a tenor de los seis años que han tardado en entregar Death Magic, les ha costado lo suyo sortearlo. Nuestros tímpanos sonríen con la decisión: aquí, voz y melodía tienen un peso nunca visto antes en su discografía. Es innegable que a lo largo de su tracklist nos topamos con alambre de espino estratégicamente colocado (‘Salvia‘ suena a metralla, ‘Men Today‘ te arrolla si te pilla despistado, ‘New Coke‘ es pura claustrofobia y la depechesca ‘Stonefist‘ puede espantar a más de uno en su inicio), pero solo sirve para que esa inédita vertiente pop destaque todavía más. La citada ‘Stonefist‘, las radiantes ‘LA Looks‘ y ‘Life‘ (¿alguien imaginaba a Health proclamando un mensaje así de vitalista?) o algo tan elegante como ‘Dark Enough‘ hacen bueno el tópico: más vale maña que fuerza. (Víctor Trapero)
14. Pablo Und Destruktion – Vigorexia Emocional
Su disco crooner, su disco sin sermones, disco de amor. Creo que Pablo podría hacer un disco sobre el descenso del río Sella y yo lo escucharía. Probablemente me gustaría mucho. Hay algo primitivo en su forma de enfrentar la música y las letras que me atrae, algo muy fundamental que hace que me lo crea todo. Esa virilidad recia, esa dicción seca, esa orquestación oscura. Y sobre todo, esas letras “Los días nos tragarán como un pez tragó las cenizas que en el mar echamos. / Y antes de que arda nuestra piel prometo hacerte una casa en Valdedios. / Allí los dos podríamos correr de noche entre ganado y eucaliptos. / Tendríamos frío, pero no sed; ya sabes no perder el equilibrio. / En cualquier caso entrego mi carnet de socio en el club del precipicio”. Estrofas que a mi me entusiasman y que a otros les hacen desistir a la primera. No es para todos, ni parece preocuparle lo más mínimo.Vigorexia Emocional es, con todo, un disco más accesible que Sangrín. No tenía aquél algo parecido a la tropical ‘A veces la vida es hermosa’, un single de libro que probablemente le haya valido para tumbar algún prejuicio, aunque a la larga no tenga tanto jugo como otras. La segunda parte del álbum está plagada de esas otras, más difíciles, más densas, más interesantes. A veces un puro desafío, como la marciana ‘Busero Español’; la generacional ‘Califato’; o la descomunal ‘Bares Vacíos’. O te ríes o se te ponen los pelos como escarpias. A nosotros nos pasa lo segundo. Va para mito. (Daniel Boluda)
13. Purity Ring – another eternity
Habrá quien diga que Purity Ring han perdido fans con el poco disimulado giro pop de another eternity. Vaya usted a saber. En cualquier caso, es bastante probable que, al cierre de 2015, el balance final sea positivo, que al barco del dúo canadiense se hayan subido bastantes más pasajeros de los que se han bajado. Y es que another eternity es un disco de vocación masiva, hecho para triunfar a lo grande. Las minúsculas de su título son toda una ironía: esto es XXL. Una colección de canciones totalmente accesible, dicho sin pizca de desprecio. Si el mundo fuera un lugar mejor, si en los baños públicos siempre hubiera papel higiénico y nunca lloviera después de lavar el coche, su adictiva mezcla entre continente eufórico (inteligente relectura de hip-hop, EDM y trance) y contenido amargo llenaría todas las radios. Es tan fácil entrar en él como difícil resulta destacar algún tema por encima de otro: diez relucientes joyas sintéticas, todas singles en potencia, que destapan el gigantesco corazoncito pop que ya se vislumbraba bajo la atmósfera neblinosa de su debut. (Víctor Trapero)
12. Deerhunter – Fading Frontier
¿En qué quedamos, que Monomania era una mierda y que Bradford Cox se había vuelto loco recurriendo, a ratos, a un sonido más abrasivo que poco tenía que ver con su obra más reciente, o que Deerhunter son unos comodones como han demostrado con el ligeramente conservador Fading Frontier? Creo que después de diez años de carrera y siete discos se les podría conceder la licencia de que hiciesen lo que les saliese de los cojones, y más con resultados tan deslumbrantes como los que ofrecen aquí. Ben H. Allen sacó lo mejor de ellos en Halcyon Digest y, como aquello es difícil de repetir, aquí juega con la misma fórmula con alguna pequeña sorpresa. Por ejemplo, el sencillo de adelanto, ‘Snakeskin’, coqueteaba descaradamente con sonidos funk nunca antes explorados por los de Atlanta. También han entregado uno de los bombones pop más deliciosos de la temporada,‘Breaker’, que supone el primer dueto entre Cox y el cada vez más esencialLockett Pundt. O está ‘Ad Astra’ que es una manera fina de demostrar que esto de la psicodelia ya lo reivindicaban ellos antes que Tame Impala. Este nuevo álbum demuestra lo grandes que son Deerhunter, el genio que tienen a la hora de componer y también que su líder no se deja amedrentar por ese síndrome de Marfán, que compara con estar crucificado desde su nacimiento, o por el accidente que sufrió antes de empezar la grabación de este trabajo. Deerhunter es la banda más grande de su generación y, de momento, nadie les va a destronar. (Álvaro García Montoliu)
11. Joanna Newsom – Divers
A estas alturas, con Joanna Newsom ya no hay medias tintas: o estás con ella o estás contra ella. Tres discos como tres universos (el primero por su intensidad, el segundo por la duración de sus temas-fábula y el tercero por sus 18 canciones) han servido para que sus adoradores nos hayamos acostumbrarlo a idolatrarla sin fisuras, y para que los que no logran entrar en su música se hayan quedado sin paciencia. Hay que tener esto en cuenta porque Joanna no hace música para el mundo en general, sino más bien para ese reducido núcleo de devotos, entre los cuales se encuentra gran parte de la crítica. En ese sentido, Divers es la sublimación de su discurso. El álbum que aúna su trayectoria, que resume en 11 canciones quién es Joanna Newsom hoy en día. Más ambicioso que The Milk-Eyed Mender (el primero), más accesible que Ys (el segundo, que sigue siendo su gran obra maestra) y más certero que Have One On Me (el tercero), se trata de su disco más completo de principio a fin, aunque sus canciones más abiertamente amables estén en Have One… (’81’ y ‘On A Good Day’) y las favoritas sigan perteneciendo a Ys (imposible escoger entre ‘Emily’ y ‘Sawdust & Diamonds’).
Newsom ha explicado que este es un disco sobre el amor y la muerte, y cómo el hecho de haber encontrado lo primero la ha llevado a temer de verdad lo segundo. Y seguramente sea la manera de entender esa pátina oscura que sobrevuela por el tema titular del disco, ‘Divers’, una suerte destream of consciousness en versión musical; o la intensidad casi violenta de ‘Leaving The City’; o la trascendencia de la final ‘Time, As A Symptom’ (“Love is not a symptom of time / Time is just a symptom of love”). Pero también la alegría tabernera de ‘Waltz Of The 101st Lightborne’, y la dulzura de ‘The Things I Say’. Aunque si hay un tema que define ese contraste, y por ende el disco, es ‘Sapokanikan’, la canción más desbordante del año, una verdadera montaña rusa de emociones y sonoridades que pasa del minimalismo a la rotunda exuberancia, para lanzarse a la tristeza más absoluta (“He said / “It’s alright” / And “It’s all over now”) y acabar derrumbándose (“The city is gone / Look and despair / Look and despair”), exactamente como describen esas lágrimas que se intuyen en su precioso videoclip. Esos tres o cuatro segundos son la definición gráfica de la sensibilidad de Joanna Newsom, y de lo que consigue transmitir este Divers. Un disco para pocos, pero uno de los que sacian, por los que vale la pena vivir por su sincera celebración de la belleza y la tragedia que esconde nuestra existencia.
10. Hudson Mohawke – Lantern
Entre las muchas cosas que le debemos a Kanye West, está haber empujado hasta la primera plana a varios de los productores que están definiendo el lenguaje electrónico de esta década. A saber: Evian Christ, Arca y Hudson Mohawke. Mientras los dos primeros pueden resultar esquivos hasta para algunos expertos en la materia, el escocés se posiciona como la ‘alternativa amable’ de este particular tridente. Más aún después de desmarcarse del nada acogedor universo Yeezus y de su reciente trabajo junto a Lunice en TNGHT para entregar este Lantern de marcado acento pop, como demuestra la reluciente nómina de vocalistas que desfila a lo largo de sus explosivos tres cuartos de hora (Antony Hegarty, Miguel, la pujante Jhene Aiko o Irfane, habitual socio de Breakbot). Una prueba clara del nuevo estatus de HudMo que aporta una indudable variedad y, sin embargo, termina quedando en anécdota al lado de los cortes instrumentales, mucho más inspirados y bastante más cercanos al beatmakerque parece querer ser Mohawke. Quizás porque su propuesta, un caudal arrollador de samples, ya resulta lo suficientemente barroca y maximalista como para necesitar ingredientes externos. Y es que a ver quién es el guapo que puede mejorar bombazos como ‘Scud Books‘, ‘Shadows‘ o ‘Ryderz‘.(Víctor Trapero)
9. Neon Indian – VEGA INTL. Night School
Vaya por delante que estamos ante un disco hecho por y para la pista de baile en el que resulta prácticamente imposible tomarse un momento de asueto. Sin complejo ninguno. Ya lo advierte el tema inicial con su título: ‘Hit Parade‘, algo así como “lista de éxitos“. Concretamente, como las que presentaba Joaquín Luqui, ya que VEGA INTL. Night School, el tercer trabajo de Neon Indian, es, sobre todo, un tributo al legado musical de los 80. Tan asombrosamente fiel que solo podía haber visto la luz en nuestros días, bajo la perspectiva que dan treinta años, una vez que la célebre década ya ha sido versionada, revisitada y homenajeada hasta la saciedad. Esta es, posiblemente, la revisión definitiva. El ejercicio casi podría tacharse de caricaturesco si no fuera porque Alan Palomo ya ha demostrado con anterioridad ser un completo y sincero enamorado de los sonidos ochenteros: disco, boogie, funk, techno cósmico, italo-disco… Todo cabe en un álbum con alma de sesión dj, tremendamente cohesionado proporcionado a pesar de contar con tres potenciales candidatas a canción del año: ‘Annie‘, ‘The Glitzy Hive‘ y ‘Slumlord‘. (Victor Trapero)
8. Floating Points – Elaenia
La música libera la dopamina del cerebro y después se prolonga en una miríada de sensaciones que dependen de cada receptor. El primer paso lo conoce bien Sam Shepherd gracias a su titulación como neurocirujano. Sus ratos libres los usa para materializar el segundo proceso, el que convierte las melodías que escuchamos en vivencias únicas. Floating Points culmina con este Elaenia el trayecto que venía siguiendo con su ya extenso catálogo de singles y EPs. Una electrónica de poca mecánica rítmica, con notables excepciones como ‘ARP3’ o ‘Nuits Sonores’, onírica, espacial y de alta carga sensitiva. El ‘coma flotante’ al que hace referencia el nombre del británico se refiere a la notación de grandes números en fórmulas más breves. Traducido al ámbito que nos ocupa, serían pequeños impulsos sonoros que desencadenan intensas emociones, una fórmula resumida por el ‘Nespole’ que inicia el viaje catártico de este enorme debut. Shepherd ha manifestado su gusto por el jazz que vierte a través de miles de bits y que propicia largos desarrollos como el de ‘Silhouettes’. Es un disco conceptual, ya que si se obvia alguno de los cortes se produce un bache en un discurso afectivo elaborado con extrema meticulosidad. La trayectoria de Floating Points ya advertía de unas virtudes que ahora, con ‘For Marmish’ o ‘Peroration Six’, se exponen en todo su esplendor. Pero, antes que nombres y tecnicismos, es mejor poner un salón a media luz y dejarse llevar por las reacciones químicas que produce en cualquier organismo vivo Elaenia. (Carlos Marlasca)
7. Tame Impala – Currents
Tama Impala han acaparado toda la atención con el goteo incesante de los singles que precedieron a su último trabajo y ha grabado desde La Geodé, una grandilocuente sala de proyecciones parisina, su ya emblemático ‘Let It Happen’. Todo lo que acontece alrededor de los australianos se ha convertido en objeto de noticia. Y Kevin Parker ejerce ya un control absoluto sobre su juguete favorito, un proceso que esté quizá escondido en el ¿falso? romanticismo de la autobiográfica ‘New Person, Same Old Mistakes’. El motivo de todos estos hechos son tres discos monumentales y una evolución que comienza desde la psicodelia lo-fi de sus primeros trabajos hasta el cristalino tapiz con el que ha cubierto el alma máter a los suyos en esteCurrents al ponerse tras la producción sustituyendo a todo un prócer como Dave Fridmann. Parker exhibe su nueva dimensión y descarga múltiples emociones con las reverbs en ‘The Moment’ o las reconocibles oscilaciones de ‘Past Life’. Es obvio que Tame Impala (o Kevin Parker) han perdido algo de su esencia germinal, que las guitarras, a pesar de riffs indelebles como el que marca el paso de ‘The Less I Know The Better’, han decaído a favor de la bacanal efectista en la que bucea el sagrado líder. Pero si la nostalgia debe quedar de lado para que emerjan maravillas como ‘Yes I’m Changing’, ‘Eventually’ o ‘’Cause I’m a Man’, dejemos que ocurra. (Carlos Marlasca)
6. Grimes – Art Angels
Desde el lanzamiento de Visions hace ahora cuatro años hemos intentado interpretar, y casi destripar, la personalidad de Claire Elise Boucher, fallando casi siempre en el intento. No han ayudado sus idas y venidas en la blogosfera, su incursión en géneros en los que nos costaba encasillarla –ese‘Go’ tan EDM que iba a ser para Rihanna– y las múltiples opiniones que la artista suscita, no siempre ligadas a un contexto musical. Mientras tanto, ella ha hecho lo suyo, poco satisfecha de sus creaciones DIY anteriores y siempre pendiente de su proyección estética. Durante un largo y meticuloso proceso, Boucher ha escrito, interpretado, diseñado y producido ella sola todas y cada una de sus nuevas canciones –abriendo la puerta para colaborar, con acierto, con Janelle Monáe y la rapera taiwnesa Aristophanes, y cerrándola para la mayoría de instrusiones masculinas tras haber denunciado en más de una ocasión el sexismo latente en la industria–. “Oh, baby, every morning there are mountains to climb / Taking all my time, oh, when I / get up, this is what I see / welcome to reality”, canta Boucher emergiendo desde la superficie hacia la cima en esa primera demo que tanto nos gustó –y cuyo hechizo desaparece completamente en la versión incluida en el álbum–. Lejos de volverse su música más mundana, el personal unvierso de Grimes alcanza en este nuevo trabajo un estadio superior, más nítido y diáfano. Poco queda de esa catarsis dreamy ochentera y esas melodías en bucle acompañadas por hipnóticos sintetizadores casiambient; su voz se ha engrosado y la producción denota ahora una premeditada agresividad. En Art Angels la canadiense ruge con una consistencia nunca vista y, sin perder su habitual extravagancia, la mayoría de sus temas suenan potencialmente comerciales –’Flesh without Blood’ es un auténtico bombazo–. La inclusión de nuevos instrumentos que Boucher ha aprendido a tocar recientemente, sobre todo guitarras que nos remiten al pop más dulcificado de principios de los 90s –‘California’, ’Belly of the Beat’–, no son sólo una novedad sino también una constante a lo largo del disco. La duda que nos surge es si un espíritu posmoderno en constante construcción de sí mismo, con cierta tendencia a adoptar un tono subversivo –escuchen la canalla ‘Kill V. Maim’–, es capaz de virar hacia derroteros taneasy listening como los de su admirada Mariah Carey y demás artistas de radiofórmula. Lo que es seguro es que ha sabido traducir todo tipo de influencias accesibles a su propio lenguaje. El delicioso cierre dance/r&b‘Butterfly’, inesperadamente explosivo, sólo nos deja con ganas de más.
5. Alabama Shakes – Sound & Color
El hombre al que azotaba Neil Young en su ‘Southern Man’ ya no solo yace sobre el cielo azul del estado sureño con el que Lynyrd Skynyrd respondió al canadiense. También se retuerce entre sus cenizas al escuchar que el falsete mestizo de Britanny Howard reina sobre la tierra que un día él soñó blanca. La fusión de raíces marca también el segundo trabajo de Alabama Shakes, aunque el impulso inmediato es sustituido por un impacto más meticuloso, reconocible en temas tan notablemente construidos como ‘Future People’. Nominaciones a los Grammys y alabanzas mediante, la gloria no ha torcido su camino. Ese éxito, que también llega en forma de efectivo para abarcar mayores empresas, ha posibilitado que pudieran cocinar este Sound & Color a fuego lento. El fruto ha sido un sonido renovado y compacto con guiños a los Big Brother & The Holding Company de Janis Joplin (y toda su época) en la estupenda ‘Shoegaze’ o ‘The Greatest‘, que adquiere tintes límpidos y melancólicos en ‘In My Head’ o ‘This Feeling’. Alabama Shakes sigue siendo la misma banda que sacudía los tugurios de la ciudad de Athens hace tan solo unos años. Pero es probable que pocos de los presentes entonces pensaran que algún día esos mismos músicos pudieran componer salvajadas como ‘Don’t Wanna Fight’ o ‘Gimme All Your Love’. Y que esos jóvenes destartalados se convirtieran en eminentes representantes de la mejor tradición estadounidense.
4. Kendrick Lamar – To Pimp A Butterfly
Con Section.80 dio a conocer su talento (a, entre otros, el gran Dr. Dre que no tardó nada en ficharlo para su sello Aftermath, donde han militado súper estrellas del hip-hop mundial como Eminem y 50 Cent), con Good Kid, M.A.A.D City se posicionó entre los grandes, y con To Pimp A Butterfly ha logrado escribir su nombre en la historia. Resulta imposible no hablar de tronos y de coronas del hip-hop si hay que referirse al merecido estatus que disfruta el de Compton en la actualidad gracias a su último trabajo. Kendrick Lamar ha creado un engranaje perfecto de nada menos que 16 canciones de las cuáles ninguna está ahí por casualidad, ninguna sobra. Si no se conforman con ‘Wesley’s Theory‘, que abre el disco, todo un guiño absoluto a Boris Gardiner (“every nigger is a star!”), no se preocupen, porque llegan 6 canciones del tirón: ‘For Free? (Interlude)‘, ‘King Kunta‘ —influenciada por el mismísimo Michael Jackson y donde deja claro que el trono del que hablábamos es suyo (“I don’t want you monkey mouth motherfuckers sittin’ in my throne again / Now I run the game got the whole world talkin’“), bestial—, ‘Institutionalized‘, ‘These Walls‘, ‘u‘, ‘Alright‘ y ‘For Sale? (Interlude)‘, perfectas del tirón y que nos dejan sin capacidad de reacción. Kendrick ha optado por una obra ambiciosa, que traza un doble camino: la autoafirmación y el análisis introspectivo se entremezclan con el análisis del presente de la cultura afroamericana. El típico disco que hace frotarse las manos a los críticos y expertos en estudios culturales, el típico disco que puede convertirse en un referente generacional. El disco que ha encumbrado definitivamente a Kendrick Lamar.
3. Tobias Jesso Jr. – Goon
¿29 tacos? Uno puede pensar que el amigo Tobias ya es un poco mayor para debutar en esto de la música. Después, escucha Goon, su primer álbum, y se imagina que él no tenía ni idea de que las doce pequeñas grandes joyas que lo componen iban a ver la luz, que hasta él mismo se sabía mayor, que intentarlo en este negocio ni le iba ni le venía. Sólo así podría explicarse cómo ha podido parir un conjunto de canciones tan rematadamente fresco, sincero y espontáneo como este. Tienen pinta de maqueta, de esbozo. Y, sin embargo, parece misión imposible mejorarlas. Tan fácil, tan difícil. La mayoría podrían pasar por una de esas versiones caseras de clásicos que pueblan Youtube. ¿Nadie ha cantado ‘Without You‘, ‘Hollywood‘ o ‘Just Dream‘ antes que este canadiense pegado a un piano? Elton John, John Lennon, Elliott Smith. Alguno de esos debió de ser. Seguro. ¿29 tacos? Uno puede pensar que el amigo Tobias ya es un poco mayor para ser tan llorón. Después, lee esa historia sobre ser abandonado, atropellado, robado e informado del cáncer de una madre en tiempo récord y comprende que, en realidad, Goon es un disco optimista, fuerte, valiente. Vital. De esos que en unos años seguirán siendo versionados.
2. Sufjan Stevens – Carrie & Lowell
Si a uno no le da por leer la Wikipedia podría pensar que Sufjan Stevens es un pijo de Brooklyn. Un chavalote delicado, de vida fácil, clases de música, grupos con los colegas, “mamá cómprame un piano” y tal. Pero no exactamente. Sufjan es hijo de un señor llamado Rasjid y de una señora, de nombre Carrie, que ya no está. Mamá Carrie era una joven depresiva, alcohólica y esquizofrénica que descubrió demasiado tarde que con semejante cóctel la maternidad podía ser una movida. Así que se fue y abandonó a sus hijos. Luego conoció a un señor, de nombre Lowell, con el que compartió la vida un rato. Durante los veranos en los que Sufjan creció de los cinco a los ocho años, Carrie, Lowell y él tuvieron algo parecido a una familia. Luego todo volvió a irse a la mierda. Hace tres años un cáncer de estómago atropelló a Carrie y se la llevó por delante. El disco que nos ocupa narra el duelo, el dolor y la nostalgia resultantes. El llanto musical por la pérdida de esa madre que se fue sin serlo. Sufjan no la culpa, la entiende.
Lo dice en ese primer tema como de juguete que inaugura el álbum. “I forgive you mother, I can hear you and I long to be near you, but every road leads to an end”. Stevens sólo necesita su voz y una gotera aguda de notas de guitarra para armar una obra maestra. Un minimalismo soberbio, una dulzura escalofriante (ese piano al final), una renuncia inteligente a toda ampulosidad. Sufjan ha hecho canciones así, pero no discos así. La que es considerada su mejor obra por la mayoría, Come On Feel The Illinoise (2005) empieza austera, pero enseguida vientos, percusiones y cuerdas entran en una tromba de colorido orquestal que amaina sólo a ratos; sus dos últimas obras como Sufjan Stevens (los superlativos All Delighted People y The Age of Adz, ambos de 2010), a pesar de tener temas equiparables (‘Heirloom’ el primero, ‘Futile Devices’ el segundo) no alcanzaban ni por asomo este grado de intimidad.
Aquí es Sufjan siempre, constantemente, a un palmo, sacando de la memoria aquel día, cuando tenía tres, quizás cuatro años, en que su madre le abandonó en un videoclub. El día en el que, algo más mayor quizás, Sufjan manchó la camisa de su madre de yogurt de limón y tiró el cenicero al suelo. “I just wanted to be near you (…) Since I was old enough to speak I said it with alarm, some part of me was lost in your sleeve, when you hid your cigarretes. No, I’ll never forget, I just wanted to be near you”. Las dosis de tristeza y ternura que salen de estas canciones casi ahogan. Puede uno imaginar a ese pequeño Sufjan que mira a cámara en la cubierta del vinilo pasando el duelo en silencio, solo. No es un dolor de llanto desconsolado, no hay aspavientos ni maldiciones, sólo una triste calma, un silencio apenas roto. En ‘Fourth of July’, Sufjan se pregunta cómo podría rescatarla a ella de entre los muertos, y es el niño el que habla a la madre justo como las madres hablan a los niños: “my firefly”, “my little Versailles”, “my dragonfly”…
Es un ajuste de cuentas como a besos, un adiós bellísimo y doloroso que cala hondo. Asoman en flashes ideas suicidas, lágrimas a un Dios injusto, fotografías de aquellos veranos en Oregón, respirando olor delantal y sonriendo fuerte. Las letras te cortan las yemas como un papel, traicioneras. “I am a man with a heart that offends with it’s lonely and greedy demands / There’s only a shadow of me; in a manner of speaking I’m dead”, canta en la brutal ‘John My Beloved’. “We’re all gonna die”, repite ahogado en los últimos segundos de ‘Fourth of July’. “There’s blood on that blade, fuck me I’m falling apart” en ‘There’s No Shade in the Shadow of the Cross’). Canciones como flores sobre una lápida fría, pero de esas con una virtud propia: no marchitarán jamás.
1. Jamie xx – In Colour
El disco de consenso. La opción más fácil, una decisión casi cobarde. ¿Pero cómo negarse a la evidencia? Si oyentes ajenos (o incluso reacios) a la electrónica y puristas del género convergen, extraño fenómeno, no se puede mirar hacia otro lado. Ahí hay algo. Cuando eso pasa, brilla el arco iris.Jamie xx es el último en sumarse a una selecta lista que prácticamente cabría en un post-it: Pet Shop Boys, Massive Attack, Orbital, The Avalanches, Daft Punk, LCD Soundsystem y, ahora, también él. Todos han sido disfrutados y respetados a un lado y otro de esa frontera (cada vez más endeble, por suerte) que separa electrónica y guitarras. Porque, por encima de brechas estilísticas, están las emociones. Y de eso, amigos, se le puede hablar a todo el mundo.
Habrá quien diga que Jamie lo tenía fácil para entrar en tan distinguido club por venir con “el aval The xx“. Nunca se sabe, pero es posible que este hecho tuviera más opciones de jugar en contra que a favor de nuestro hombre. Riesgos, muchos: el álbum podría haber sido tachado de innecesario si se movía en coordenadas demasiado cercanas a las de su banda principal o podría haber espantado a fans de su trabajo junto a Romyy Oliver en caso de proponer una ruptura demasiado acusada respecto a xx yCoexist. Finalmente, el londinense anula una y otra posibilidad de la forma más curiosa: haciendo ambas cosas, siendo igualmente fiel y traidor a lo largo de los gloriosos 42 minutos de In Colour. Generando exactamente las mismas sensaciones que cuando comparte protagonismo con sus compañeros de grupo, buscando similares ambientes y atmósferas, pero estrenando o perfeccionando herramientas que, de momento, se resiste a compartir plenamente con ellos. Misma meta, diferente ruta. Esa que ya empezó a recorrer hace un lustro con sus primeros singles y remixes y su revisión del último álbum del llorado Gil Scott-Heron, tempraneras pistas de un lenguaje tremendamente sinestésico que ya resulta totalmente reconocible pese a su versatilidad (house, ambient, techno, dancehall). Ahí empezó a gestarse una propuesta basada en el sampleo y anclada en el pasado reciente de la música electrónica británica que, hasta la fecha, se resiste a pisar de pleno el club. Sutil y austero, In Colour solo se acerca a la pista de baile para transitar sus márgenes (‘Gosh‘, ‘Sleep Sound‘, ‘Hold Tight‘). Allí donde se cocinan historias bastante más memorables, íntimas y francas que las que se dan, a trancas y barrancas, en el concurrido meollo. Donde ocurre lo que realmente importa a la mañana siguiente. The rest is noise.
100 canciones para resumir un año de música.
100. Outfit – ‘Smart Thing’
99. Inspira – ‘Al Meu Davant’98. Ryan Adams – ‘Blank Space’97. Say Lou Lou – ‘Games For Girls’96. Of Monsters and Men – ‘Crystals’95. Julio Bashmore – ‘Holding On’94. Silicon – ‘God Emoji’93. New Order – ‘Plastic’92. Algiers – ‘Black Eunuch’91. Peter Broderick – ‘Colours of the Night’90. The Libertines – ‘Gunga Din’
99. Inspira – ‘Al Meu Davant’98. Ryan Adams – ‘Blank Space’97. Say Lou Lou – ‘Games For Girls’96. Of Monsters and Men – ‘Crystals’95. Julio Bashmore – ‘Holding On’94. Silicon – ‘God Emoji’93. New Order – ‘Plastic’92. Algiers – ‘Black Eunuch’91. Peter Broderick – ‘Colours of the Night’90. The Libertines – ‘Gunga Din’
89. Arthur Beatrice – ‘Who Returned’
88. Vetusta Morla – ‘Puntos Suspensivos’
87. Ibeyi – ‘Ghosts’
86. The Chemical Brothers – ‘Go’
85. SOAK – ‘b a nobody’
84. US Girls – ‘Damn Valley’
83. The National – ‘Sunshine On My Back’
82. Nacho Umbert – ‘Luz artificial’
81. MIA – ‘Borders’
80. Grimes – ‘Realiti (demo)’
88. Vetusta Morla – ‘Puntos Suspensivos’
87. Ibeyi – ‘Ghosts’
86. The Chemical Brothers – ‘Go’
85. SOAK – ‘b a nobody’
84. US Girls – ‘Damn Valley’
83. The National – ‘Sunshine On My Back’
82. Nacho Umbert – ‘Luz artificial’
81. MIA – ‘Borders’
80. Grimes – ‘Realiti (demo)’
79. Empress Of – ‘How Do You Do It’
78. Blur – ‘Ong Ong’
77. Mini Mansions (feat. Alex Turner) – ‘Vertigo’
76. Boots – ‘C.U.R.E.’
75. Mac DeMarco – ‘Another One’
74. The Saurs – ‘Thursday’
73. Mujeres – ‘Vivir sin ti’
72. Dan Deacon – ‘Feel The Lightning’
71. Jack Garratt – ‘Breathe Life’
70. Der Panther – ‘Gecko’
78. Blur – ‘Ong Ong’
77. Mini Mansions (feat. Alex Turner) – ‘Vertigo’
76. Boots – ‘C.U.R.E.’
75. Mac DeMarco – ‘Another One’
74. The Saurs – ‘Thursday’
73. Mujeres – ‘Vivir sin ti’
72. Dan Deacon – ‘Feel The Lightning’
71. Jack Garratt – ‘Breathe Life’
70. Der Panther – ‘Gecko’
69. The Weeknd – ‘I Can’t Feel My Face’
68. Sharon van Etten – ‘I Don’t Want To Let You Down’
67. Matthew E. White – ‘Holy Moly’
66. Xoel López – ‘Patagonia’
65. FIDLAR – ‘West Coast’
64. The Maccabees – ‘Something Like Happiness’
63. José González – ‘Let It Carry You’
62. Disclosure (feat. Lorde) – ‘Magnets’
61. Beach House – ‘Levitation’
60. Patrick Watson – ‘Love Songs For Robots’
68. Sharon van Etten – ‘I Don’t Want To Let You Down’
67. Matthew E. White – ‘Holy Moly’
66. Xoel López – ‘Patagonia’
65. FIDLAR – ‘West Coast’
64. The Maccabees – ‘Something Like Happiness’
63. José González – ‘Let It Carry You’
62. Disclosure (feat. Lorde) – ‘Magnets’
61. Beach House – ‘Levitation’
60. Patrick Watson – ‘Love Songs For Robots’
59. Woodkid & Lykke Li – ‘Never Let You Down’
58. Amatria – ‘El Golpe’
57. Drake – ‘Hotline Bling’
56. Modest Mouse – ‘Coyotes’
55. Will Butler – ‘Anna’
54. Shamir – ‘In For The Kill’
53. Richard Hawley – ‘I Still Want You’
52. Adele – ‘When We Were Young’
51. The Radio Dept. – ‘Occupied’
58. Amatria – ‘El Golpe’
57. Drake – ‘Hotline Bling’
56. Modest Mouse – ‘Coyotes’
55. Will Butler – ‘Anna’
54. Shamir – ‘In For The Kill’
53. Richard Hawley – ‘I Still Want You’
52. Adele – ‘When We Were Young’
51. The Radio Dept. – ‘Occupied’
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